El clásico London calling de la banda británica de The Clash no solo se mantiene en el imaginario colectivo por ser uno de los mejor valorados de todos los tiempos
Comencemos con la historia detrás de London calling Joe Strummer (Ankara, Turquía, 1955–Somerset, Reino Unido, 2002), que ocasionalmente también osa lucir provocadoras camisetas del grupo armado alemán Fracción del Ejército Rojo, no pasa por su momento más boyante.
Aunque la banda que lidera, The Clash, es uno de los pilares de la explosiva escena punk británica, dista mucho de gozar del éxito popular necesario para tener garantizada una subsistencia económica. Tampoco tiene pinta de que el propio movimiento vaya a sobrevivir comercialmente y Thatcher bien parece encarnar la representación material de su derrota.
En este desalentador ambiente, Strummer y los otros componentes de The CLash —el también guitarrista Mick Jones (Londres, 1955), el bajista Paul Simonon (Brixton, 1955) y el batería Topper Headon (Kent, 1955)— deciden conjurarse y apostar a doble o nada. Después de dos discos esenciales para el género, el epónimo The Clash (1977) y su sucesor Give ‘em enough rope (1978), la banda echará el resto con un álbum doble de 19 canciones mucho más allá de los límites de la etiqueta punk.
Y con un lanzamiento en fechas idóneas para regalarlo a los seres queridos, como bromearía Jones, el guitarrista, en declaraciones a Trouser Press: “Es como nuestro recopilatorio de 20 Grandes Éxitos. Sabíamos que iba a salir en Navidad, así que lo hemos preparado para poder competir con los discos de 20 Grandes Éxitos del resto de grupos”.
La perfecta mezcla de diferentes sonidos
El álbum, una mezcla elaborada e inimaginable de su característico rock combativo con la canción tradicional estadounidense, el reggae, el ska o las músicas del mundo, se convertirá en un éxito mundial que catapultará al grupo y le colocó entre los más influyentes del siglo XX. Se publicó hace hoy 40 años y lleva por título London calling
El poso e influencia del tercer trabajo de The Clash abarca generaciones. Tom Morello, guitarrista del de Rage Against the Machine o Audioslave, dijo de él a la revista Classic Rock en 2016: “Una semana después de la primera escucha, escribí la primera canción política de mi vida.
The Clash me empujaron a hacer música con contenido político y a tomar una postura ideológica”. Aunque es difícil saber si la banda decidió premeditadamente alejarse del estilo punk al considerarlo agotado, lo que resulta evidente escuchando London calling es que nunca estuvo sobre la mesa abandonar sus principios básicos, tal y como ellos los entendían. Esto es: rebeldía contra el statu quo, rechazo de todo dogmatismo, horizontalidad y, desde luego, inequívocos y contundentes planteamientos de izquierda.
A nivel musical, de hecho, estaban emprendiendo un camino que también recorrerían otros compañeros suyos de generación; sin ir más lejos, John Lydon —antes conocido como Johnny Rotten—, exlíder de la otra gran banda emblemática del momento, Sex Pistols, exploraba también en ese momento fusiones de géneros con los innovadores Public Image Ltd. Así lo analiza Mick Jones, en declaraciones recogidas por la revista Long Live Vinyl: “El punk se estaba quedando más y más estrecho, como concentrado en una esquina. Pensamos que nosotros podíamos hacer cualquier tipo de música”. Era el tiempo del post-punk

Por otra parte, también había algo de culminación.
No en vano, The Clash venían de una gira por Estados Unidos donde habían elegido como compañeros de escenario a artistas tan aparentemente alejados de su sonido como Bo Diddley (pionero del rock and roll clásico), la leyenda de la música negra Screamin’ Jay Hawkins (que se presentaba en el escenaro metido en un ataud) o la más lisérgica banda de rockabilly de la historia, The Cramps.
Su interés tampoco era flor de un día. Al menos Joe Strummer con su anterior formación, los protopunk The 101ers, ya se había atrevido en directo a versionar composiciones tan heterodoxas como el clásico popular negro Junco partner, Out of time (The Rolling Stones) o Gloria (Van Morrison).
De hecho, en una de las páginas del libro The Clash (2008, Global Rythm Press), que recopila textos firmados por todos los miembros de la formación clásica. Strummer admitía haberse esforzado en “desaprender” lo que sabía sobre rock clásico cuando estalló el movimiento punk: “Fue como volver a la casilla de inicio, al año cero. Parte del punk consistía en desprenderte de todo lo que conocías antes. […] Había que deshacerse de nuestra manera de tocar en un intento febril por crear algo nuevo”.
Para hacer explícito en London calling el nuevo hermanamiento entre la tradición estadounidense y los mismos punks que, solo dos años antes, habían compuesto un tema como I’m so bored with the USA (Estoy muy aburrido de Estados Unidos), se eligió una foto del bajista Paul Simonon haciendo trizas su instrumento, en una portada diseñada con la estética, colores y tipografía del disco debut de Elvis Presley.
Con ecos de ópera rock
London calling evidentemente no es un álbum que presente una historia definida pero, sin duda, funciona como obra unitaria porque tiene un tema principal. Ese tema, como no podía ser de otra manera en su contexto social, es la derrota, y los protagonistas de las canciones son los perdedores.
El propio corte que abre el disco y le da título, London calling, es una referencia a los boletines radiofónicos (“Londres emitiendo…”) que se ofrecían durante los bombardeos alemanes a la capital del reino en 1940 y 1941, y se enmarca en un clima de razonable pánico nuclear tras el accidente en la central de Three Mile Island, en Pensilvania, a principios de año.
En ese paisaje apocalíptico, la letra también menciona la brutalidad de los cuerpos de seguridad o incluso el riesgo de desborde del río Támesis que amenazaba con inundar el centro de Londres. En el verso “phony beatlemania has bitten the dust” (“el camelo de la beatlemanía ha mordido el polvo”).
Strummer parece introducir el primer dardo envenenado de la función: la metáfora del fracaso de una generación que se había creído capaz de soñar con un mundo distinto y que, sin embargo, se estaba teniendo que resignar a contemplar su giro autoritario.
La subcultura de los rude boys acabaría popularizándose con el ska, su particular manera de bailarlo y su relectura de las viejas ropas de gángsteres
London calling fue incluido como uno de los diez mejores álbumes de todo el mundo (sexto puesto) en las dos votaciones organizadas por la revista estadounidense Rolling Stone en 2003 y 2012, y en las que participaron cerca de 300 artistas, periodistas y profesionales de la industria. Según el agregador sueco Acclaimed Music, la mayor base de datos de críticas musicales, se trata también del octavo disco más valorado de todos los tiempos y el primero de una banda de punk-rock. Ha vendido dos millones de ejemplares.
El discurso de London calling, sin embargo, continúa activo como el primer día. Ya no vivimos instalados en el pánico nuclear de entonces, pero sí en la crisis climática..
Con información del elpais.com
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